Ushuahia-La Quiaca: Humahuaca-La Quiaca

Finalmente el gran día llegó, despertándonos temprano, desayunamos y nos pusimos a preparar las motos para partir a La Quiaca.

El primer lugar con que nos encontramos en el camino fué la famosa Quebrada de Humahuaca, un lugar que parece hecho a propósito, la proligidad de cada color delineado en la ladera de ese cerro hace que a uno le cueste pensar que eso sea natural.

Luego de unas lindas fotos junto a la Quebrada, continuamos camino al Norte rumbo a Abra Pampa, el último descanso antes de La Quiaca. A esta altura del camino, uno verdaderamente siente el efecto de la Puna, ascendiendo a casi 4 mil metros de altura, las motos se portaban excelentemente, si bien su reacción era lenta la verdad es que para andar en condiciones tan difíciles nos sorprendió gratamente.

Otra sopresa, pero no tan grata fue que casi no llego a La Quiaca. La cuestión fue que a tan sólo 5 kms de Abra Pampa, un camión intentó sobrepasarnos a muy alta velocidad y justo cuando el último eje del acoplado estaba pasando al lado mío, reventó la cubierta del mismo. El susto que me pegué no tiene nombre, el estruendo que produce una rueda de ese tamaño es increíble, lo que me salvó la vida fue que la cubierta que reventó fue la interna del doble eje por lo cual la rueda externa me protegió de que no impactara ningún pedazo de caucho en mi.

La idea de accidentarme o matarme (en el peor de los casos) a tan sólo 60 kms de mi destino me pareció increíble, fue realmente la ultima experiencia fuerte que me quedaba por vivir en este increíble viaje.

Ya más tranquilo y después de haber descansado un rato en Abra Pampa, volvimos a encender los motores para encarar los últimos kilómetros que nos separaban de La Quiaca. El tramo hasta allí fue afortunadamente más que tranquilo y junto con Tomás lo recorrimos con las motos a la par ansiosos por ver a la distancia la ciudad de La Quiaca. Finalmente después de una curva, divisamos la ansiada ciudad a la distancia.

Entre bocinazos y festejos llegamos a La Quiaca, la gente de Gendarmería nos estaba esperando, nos saludaron y nos dejaron entrar. Habíamos llegado, luego de más de 12 mil kilómetros por toda la Argentina, el equipo Jawa finalmente llegó a La Quiaca.



Nuestra felicidad no se podía describir, con abrazos y simplemente pura alegría todavía no caíamos en que nuestra travesía había finalizado.


Tanta gente que habíamos conocido, tanta gente que nos había ayudado. Las sensaciones se mezclaban, eran demasiados recuerdos. Era como que todo junto y a la vez rebotaba por nuestras cabezas sin poder realmente llegar a entender todo en su máxima dimensión.

Lo que mas recordaba en ese momento, fue la gente, esa gente que realmente hizo posible nuestro viaje acompañándonos siempre en cada rincón del país que visitábamos, dándonos una mano o una palabra de aliento cuando veíamos imposible el llegar a nuestro destino. Tan difícil se nos hacía en ese momento agradecerles a todos, pero de alguna manera sentía que ellos lo compartían.

En fin, después de tanta emoción, agarramos el celular y comenzamos a mandar frenéticamente mensajitos a todos aquellos que habían sido parte de nuestro viaje, obviamente miles se nos pasaron pero queríamos que la mayor cantidad de personas supieran que ellos también habían llegado con nosotros.


Ya en La Quiaca, decidimos salir a recorrer un poco. Estando tan cerca de Bolivia nos pareció una locura no visitar Villazón, ese gran mercado que contrasta en bullicio y colores con el pacífico lado argentino. El cruce fue muy simple, es más, como íbamos por el día no necesitamos hacer el papeleo, simplemente... cruzamos.

Ya en Bolivia recorrimos las miles de galerías y puestos que hay. La cantidad de productos y sus precios eran increíbles, uno no sabía con que quedarse. Finalmente, y luego de muchas vueltas recorriendo almorzamos en un puestito y después de un jugo de naranja volvimos para Argentina para volver en el día a Salta.

Ya eran las 6 de la tarde y todavía nos quedaba un largo camino hasta Salta capital. La realidad es que después de esto el tiempo apremiaba y mucho, en 4 días teníamos que estar en Buenos Aires.

Con mucha tranquilidad volvimos a la ruta y manejamos entre lluvias y algo de niebla hasta Salta Capital, lugar al que llegamos a eso de las 12 de la noche.

Extenuados por un día tan intenso, salimos comer algo y después a dormir, al otro día nos esperaba el retorno a Buenos Aires.